Creenos, no te gustará dar la impresión de ‘chica mala’ a tus amigas, y mucho menos al chico que te gusta. Por más atractivas que se hayan vuelto las ‘cabronas’, si te pasas de mala, ningún hombre se quedará a tu lado. Tal vez consigas citas y te diviertas de vez en cuando, pero nadie te tomará muy en serio.
Ser mandona: Hay una gran diferencia entre ser la líder y ser mandona. Si estás trabajando en equipo, la mayoría apreciará que empiezas a dividir el trabajo. En cambio, no te agradecerán absolutamente nada si dejas de escuchar a los demás o a menospreciar todas sus ideas. A nadie le gusta seguir órdenes, y mucho menos a los hombres.
Ser arrogante: Es saludable tener confianza, pero muchas personas sobrepasan los límites; tienen las cabezas en las nubes y se creen superiores a los demás. Aún peor, creen que son perfectos y es difícil señalarles sus errores. Nunca se disculpan cuando deberían y JAMÁS le dan el crédito a los demás.
Ser deshonesta: Aunque seas una increíble mentirosa, la verdad siempre sale a la luz y, cuando lo haga, nadie volverá a confiar en ti. Tal vez la honestidad te dé mucho miedo, pero no hay nada peor que dar la impresión de una persona no confiable.
Ser una ‘drama queen’: Los hombres ODIAN el drama. Si no podés pasar ni un día sin discutir con alguien, nunca tendrás una relación saludable. Todos tienen problemas, pero si creás más y más en lugar de resolverlos, tu galán buscará a alguien más agradable.
Ser ambiciosa: Si te compra una rosa y tú te quejás porque querías un collar de diamantes, te acusará de ser malagradecida. Cada vez que sea detallista, no recibirá ni un ‘gracias’ y tú tampoco serás feliz de vivir con tales expectativas.
Ser superficial: Si quiere darte un lindo beso bajo la lluvia y tú lo rechazás porque tu saco es nuevo y no puede mojarse… ¿qué impresión crees que darás? Deberías darle más importancia a tu vida y a los momentos que te brinda. Si algún día se entera que preferirías perderlo a él que a tu iPhone… no se quedará por mucho tiempo.
Concentrarte en ti misma: No toda la conversación debe girar entorno a ti. Cuando estás en una relación, necesitas darle tiempo a tu pareja, tanto para hablar, como para tomar decisiones. Si no te interesa lo que dice o lo que opina, ¿qué hay del respeto?
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