Si bien el hecho de cambiar de residencia conlleva diversos papeleos, no siempre te hablan de las pequeñas acciones cotidianas.
Reglamentos. No importa a dónde te vayas ni que tan cerca o lejos estés de tu país de origen, siempre debes documentarte sobre las reglas y normas que rigen ese nuevo lugar. Nunca llegues desconociendo lo que está y no permitido. Esto te evitará pasar un mal rato.
Comida. Dependiendo de tu destino, la gastronomía típica puede variar al punto de sentirte tentada a seguir una nueva dieta. Pero cuidado. No está mal experimentar cosas nuevas. Solo intentá que éstas no te causen problemas, como subir de peso.
Comportamiento. “Cuando a Roma fueres, haz lo que vieres”. No estamos tratando de decirte que cambies tu esencia ni tus costumbres por mudarte de país. Pero acordate que vas a tratar de encajar dentro de una sociedad que puede llegar a ser muy diferente de la tuya: actuá como los demás.
Origen. Podés estar del otro lado del planeta, pero nunca debes olvidarte de dónde vienes. Quizás te vas en busca de nuevas oportunidades de estudio o trabajo. O por cuestiones más personales. El punto es que es muy probable que lo extrañes. Y eso no estará mal.
Relaciones. No, las cosas no volverán a ser igual. Partirás y gente importante quedará a tu espera: familia, amigos, pareja. La buena noticia es que, si bien no se puede comparar con el contacto físico, el uso de la tecnología te permitirá mantener el contacto.
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